martes, 2 de septiembre de 2008

El blog de los sueños por Santiago Sanz

Como os dije este es el blog de todos los paralimpicos y amigos que querais participar. Esta es la participacion de Santi Sanz, nuestro superatleta paralimpico de atletismo. Seguir de cerca sus pruebas los dias, 14, 15 y 17. Nos hara gozar. A por las medallas compañero!!! Yo si puedo tambien ire a verte para que me hagas vibrar.







El blog de los sueños por Santiago Sanz


Hoy comienzo mi periplo por tierras asiáticas y aprovecharé los ratos libres para contaros como me va todo por Beijing antes de comenzar la Olimpiada, nada mejor que unas horas diarias de reflexión para disipar las “gotitas” de ansiedad que se acumulan las vísperas previas a la competición, que yo, por suerte ó infortunio comienzo en algo más de dos semanas.

¿Un lugar para entrenar?

…. Pues eso, andaba terminando la ceremonia de despedida que el Comité Paralímpico Español (CPE) había organizado el día antes del tortuoso viaje a China, bajo la moderadora del acto, su alteza la Infanta Elena (presidenta de honor del CPE) y ante personalidades como la Ministra de Educación, Política Social y Deporte (Ministra Cabrera), el presidente del CPE (Sr. Carballeda) y, apuestos en la primera fila, un sinfín de autoridades (D. Jaime Lissavetzky, Amparo Valcarcel, etc…), como no, bajo la atenta mirada de los verdaderos protagonistas, medio centenar de (chaquetas rojas) atletas, de los (y ahí va el dato) 132 deportistas que componen el equipo que representará a nuestro país en los decimoterceros Juegos “Paralímpicos”, sin forjar más polémica (Olimpiadas) que tendrán lugar del 6 al 17 de Septiembre en el Noreste de un país con cinco milenios de historia y que, sin aventurarme a proclamar un veredicto, ha organizado un verdadero “teatro” que ni el mismísimo Arniches podría crear, sinceramente se lo han puesto difícil a Londres y ahondando en la esperanza¿Madrid 2016?...

… Como decía tras el acto andaba yo algo desesperado por “huir” de todo el colofón protocolario y antes tenía que resolver una duda muy importante, no era otra que ¿Dónde tocaba entrenar esa tarde? Y al bueno de César Carlavilla le sugerí tal cuestión. “Mira César del hotel a estas instalaciones tengo media hora en coche y me gustaría que me comentaras si la zona del hotel es idonea para hacer un rodajito”…. Una afirmación del “rubio” del CPE y ya me marchaba contento a mi refugio donde pasaría la noche antes de volar a Pekín.

Un Madrid desértico

Esa tarde el almuerzo fue tardío y no del todo agradable. Acostumbrado a mis comidas de sabor suave e hipolipídicas, unos ravioli rellenos de queso pero con una salsa de setas que además de salada, tenía un toque de vino que la hacía demasiado fuerte (entre gustos no hay nada escrito), en fin, eran las cuatro y tocaba mi sagrada siesta, aunque antes los típicos “dotoreos” del primer día que uno visita un nuevo hotel y este año ya rozaré la veintena.

Mi padre diría que me quedé frito y así fue, sin despertador, me fundí en un sueño profundo y… hasta que el cuerpo diga, no hay mejor marcador biológico que el que dictamina nuestro propio cuerpo.

Eran las seis y media y me coloqué el mono de trabajo (mallas largas, tirantes, etc…) y salí con mi silla a las calles de Madrid, pero ese contexto no era propio de la capital de España, parecía un pueblo Manchego, eso si, con unos rascacielos que superan la hilera de veinte alturas y algún que otro “despota” que toca el claxon porque tiene prisas y el “cojo” está ocupando su espacio en la calzada…

No hacía un calor asfixiante y es que con este ambiente seco da gusto entrenar. Ahí cabalgaba en un circuito de kilómetro y medio con alguna que otra cuesta y a razón de 155-165 latidos por minuto, para quien le guste esto de la ciencia del entrenamiento (Aeróbico Medio, justito a 3 Mmol de lactato), nada mejor para completar un día que comenzó a las cinco de la mañana y que como yo digo “aniquila nuestra serie roja”, que vendría a ser (hematies, hemoglobina y algún que otro rollo fisiológico que sin lugar a dudas pasaré por alto).

Acabé con unos estiramientos en la habitación y a la ducha que había que cenar, y más de lo mismo, macarroni, que, ojo sin salsa alguna y una pechuguita de pollo. Acabando con una manzana y yoghurt, no se puede poner gramo alguno de más a los 52 kilos que peso actualmente y, más aún sabiendo el día que tocaba de viaje a Pekín al día siguiente…

La vida keniata es la vida mejor

A las diez ya andaba yo entre la vigilia y el sueño y no era mala idea ya que al día siguiente tocaba madrugón keniata, que son estos señores que sin ruedas se desplazan a más de veinte por hora y que como “papa y mama” a las cinco ya están arriba para comenzar con sus obligaciones laborales, que no son otras que desplazarse por las llanuras del serengeti a razón de tres el mil (tres minutos el kilómetro).

A las cinco y media tocó el despertador y tocaba rutina corta (11Km), sería un jogging, incluso me permitiría el lujo de no llevar pulsómetro, en ocasiones es todo un lujo, correr por placer, por sensaciones, pero claro ¿No son 8000Km anuales suficientes para conocer en todo momento a que velocidad palpita nuestra bomba?

Cuando salí al hall del hotel el recepcionista me miraba con una cara imperterrita de “What a hell are you fucking doing” que traducido al castellano sería un ¡Que coño hace este tio!, pero sin momento de contemplaturas salí a unas calles que bañadas por la luz tenue de esas inmensas farolas, seguían silenciosas a la espera del “canto del gallo”.

Sensaciones nuevas, eso es lo que yo sentía en ese “Valle del Rift” de cuatro millones de almas que seguían descansando con el permiso de condutores de bus, policía y algún que otro trasnochador que miraban el paso de mi vehículo de tres ruedas con una expresión de asombro “los tiene bien puestos el colgao este”, más de uno pensaría, mientras yo cabalgaba con mi pura sangre a razón de 90-100 brazadas por minuto.

Al llegar al hotel, los nadadores ya salían rumbo a la piscina, justo dos horas antes de partir hacia Barajas.

Un cortado por favor

Estaba yo estirando mi ya castigada musculatura cuando en el telediario ví la noticia del acto de despedida y allí (entre otros) decía unas palabras clave “estar entre las cinco primeras potencias es todo un éxito”. Mi amigo y abanderado de lujo del equipo nacional “David Casinos”, soltaba un efusivo y contundente (como sus lanzamientos de más de quince metros) “A por ellos”.

Tras una ducha reconfortante y una buena “afeitada” (la cara es el espejo del alma) tocaba un buen desayuno, acompañado de un periódico, para digerir más placenteramente ese zumo de naranja, muesli con yoghurt y tostada con queso fresco y miel (joder que bien se desayuna en España) y me acordaba de mi periplo de tres meses esta Primavera-Verano en territorio yankee.

… Se me olvidaba, que no falte ese cortadito para el desayuno.

La espera interminable

A las once y media salía ese avión de Air China con destino a “Beijing” (Pekín para todo español) y dí que se puede perder cuando ese tren pasa cada cuatro años, por este motivo a las nueve y cuarto ya estábamos todos los chaquetas rojas que salían desde Madrid en la T1 de Barajas.

No veas que día de facturación, en resumidas cuentas esa es la palabra con la que se sintetiza el día, bueno, esa y vuelo, diez horas de interminable vuelo y es que el que inventó la expresión lejano Oriente, llevaba toda la razón del mundo.

Ahí estuvimos dos horitas en el mostrador de facturación, pero se pasan rápido, ya que ves a muchos amigos con los que (con suerte) te reencuentras cada cuatro años y algunos otros que cada x meses los vuelves a tener de compañero de equipo (Javier Conde, Antonio Ranchal, etc…).

Una última llamada a “la jefa” y como no la otra jefa (mama) me llama antes de embarcar. Sólo por ellas el oro es más que un metal, es un regalo, es una ofrenda, es…. mi meta.



Rondando el infierno blanco

Se sabe que la parte Oriental rusa, Mongolia y Noreste de China son las zonas más gélidas del planeta, y son estas zonas por las que durante muchas horas transcurre el vuelo Madrid-Pekín, en ellas hay tiempo para todo, bueno en esta lata de sardinas no me puedo dormir y aprovecho para escribir estas líneas de diario de abordo… las horas pasaron lentas, diría más bien tortuosas y mi pequeño trasero ya no daba más de si. Tras más de diez horas en esa ratonera aterrizaba ese Boeing 740 en territorio mandarín, bajo una espesa bruma que hacía que no se divisara ni los “fingers” donde “atracan” los inmensos “pájaros” de alas metálicas.

Y allí sentado en esa fila cuadragésima novena me tocó esperar un interminable lapso de tiempo, hasta que los dos “porteadores” de cojos llegaron con esa minúscula silla de ruedas que nos permite movernos por los pasillos de los aviones. A uno le entran ganas de poner culo en tierra y zizzaguear hasta la salida como si de un simulacro de incendio se tratara.

Tras numerosos trámites (validación de la acreditación, recogida de enseres y reparto de apartamentos), uno llega a su cama y cae en un coma profundo, pero hay que evitar dormir en gran medida para que durante la noche nuestro organismo se vaya aclimatando al nuevo huso horario, algunos teóricos hablan de ciclos circadianos y un sinfín de malsonantes términos que ellos mismos no entienden.

Con Javi de “dotoreo”

Son las once y Javi Conde (maratoniano) y yo nos vamos a rastrear la villa pero primero un desayuno a la hora de los campeones. Fruta y unos cereales ricos en fibra que estos dos días estresantes me provocan descensos en la serie roja (lo que algún que otro vampiro persigue en el ciclismo) y más que algún quebradero de cabeza a la hora de ir al baño.

Salimos del comedor y allí se respira a Atenas y Sidney, unas largas avenidas que están decoradas con miles de participantes de todos los países. Es un fluir de equipaciones distintas (búlgaros, chinos, alemanes, etc…) y yo un elegido, un simple punto entre cinco mil deportistas.

Entramos al cibercafé y allí aprovechamos para confirmar a la familia que todo ha ido genial pero la profesión va por dentro y el cansancio aprieta. Le digo a Javi si nos volvemos, quiero tumbarme otro rato en el trono para pegar una cabezadita antes de almorzar pero… a la llegada al apartamente nos cruzamos con el “coach” y el resto de compañeros que han llegado de la expedición procedente de Barcelona. Hablamos un rato con ellos y a “sobarla” otro ratito pero antes aprovecho para ordenar mis cosas que siguen en la maleta.

A la una y media toca almorzar y me marcho con mi compañero de habitación (otro Filípides) Castilla. El estómago está como en el kilómetro 35 del maratón (cerrado) y yo apenas tomo un plato de cintas con verduras y algo de fruta, de allí me marcho a preparar el materia de entrenamiento.

“Gabi hoy sólo monto el rodillo y la silla de entreno, mañana ya preparo la silla de competición” y Gabi viendo mis párpados que se caen a pedazos afirma con su cabeza, además llovizna y el día está como para quedarse en “casita” y entrenar entre paredes.

Montamos ese chisme de tres piezas y me vuelvo al sobre, aunque sólo una hora para más que descansar el alma, darle un descanso al cuerpo.

A las siete menos cuarto ya estoy subido a la SS07, la silla que me dío el año pasado unos cuantos récords mundiales y subirme a ella es todo un placer para un servidor. Allí tras un pinchazo de última hora me subo a la “jaca” y comienzo mi procesión a 130-140 latidos, algo muy ligerito pero que me hace sudar como un recolector en pleno Verano. Acabo con unos estiramientos y a la ducha que toca cenar.

Tomo una ensalada, fletán con verduras y Gabi me pasa unos rollos de sushi con verduras. Ante la presión del seleccionador tomo otro plato típico chino pero al ver que lleva un relleno frito lo dejo en el plato tal cual, lo prohibido está prohibido y aquí como en la censura de los setenta, no ceder ante nada.

Me vuelvo al apartamento y completo mi hoja de devolución de ropa, tras numerosos cambios, le digo a todos un “hasta mañana chicos” y antes de poner las baterías en off toca anotar todo en el cuaderno de entrenamiento (tablas borg, pulsos basales y un sinfín de rollos que ni yo entiendo).

Mañana, mañana será otro día…

Santiago Sanz
http://www.Santiago-Sanz.com

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